Luna de papel, por Agustina Ortiz
Ediciones la Yunta ha publicado dentro de su serie Poesía el libro Luna de Papel de la escritora Agustina Ortiz.
El 20 de enero de 2016 se presentó el libro en Café L´Amar, ciudad de Munich, Alemania.
Luna de papel de Agustina Ortiz, editado por Ediciones La Yunta –pequeña
editorial independiente argentina gestionada por tres escritores-, es un libro
que me permitió entrar nuevamente –luego de la lectura de su libro de poesía
anterior El eco de las sombras (México, 2012)- a su poética, a su modo
de pensar el lugar de la escritura y cómo la poesía puede dar cuenta de la
existencia y la experiencia de una mujer, de muchas mujeres, como las que
pueblan este libro. Mujeres que me traen ecos de aquellas que están presentes
en los libros de nuestras poetas favoritas, como Alejandra Pizarnik, la gran
Ana Ajmátova, la sufrida Marina Tsvetáieva, por nombrar algunas. Poetas que
escribieron desde la desesperación, la pulsión, el desarraigo y la soledad.
Las palabras, la letra, la escritura estallan, pierden sentido o se resemantizan en el decir, así Agustina Ortiz en Luna de papel escribe “arden las palabras por donde arrastro una maleta negra” o “la muerte desmenuza los nombres” o “del aliento salen/los códigos borrosos/ la sospecha de las lenguas”. El lenguaje, la posibilidad o necesidad de decir, en este libro, se construye también en dos lenguas, la de acá y la de allá, la propia y la ajena, en un mestizaje lingüístico que es otra de las formas de la palabra.
Luna de papel es también el cuerpo, los cuerpos, hechos escritura. El cuerpo como materialidad, con sus humores y sustancias humanas, como experiencia sexual donde una mujer tiene orgasmos y habita su sexualidad libre: “cuerpos/ tallados/ lamidos/ mordidos/ chupados/ en la embriaguez caníbal/ de todos mis hombres y de todas yo”. Como identidad en tanto “cuerpo mestizo” o “multitud de rostros/ habita mi cuerpo transparente” que deja marcas en esa mujer atravesada por las fronteras de su vida nómada. El cuerpo es también en Luna de papel objeto de violencias, puede estar marcado por el golpe o la indiferencia, es la superficie donde otros dominan y mandan desde una matriz androcéntrica y un orden simbólico machista: “En una confesión de sobremesa, sin dogma, entendí por qué el temor a los hombres y la reclusión de las mujeres en los patios de mis casas y mi rebeldía que empezó como un punto de lluvia y terminó en culebras de agua, revoloteando dentro de la fiesta con lobos”. O, en otra poesía, las mujeres “somos/ astillas de huesos/ vaginas rotas”.
Luna de papel nos sumerge en una vida, unas vidas atravesadas por el viaje y las distancias, el estar entre mundos, entre espacios geográficos liminares, fronterizos, ajenos, extraños. EE.UU, México y Alemania como tres topónimos que se construyen en palabras, sitios geográficos, nombres de un río o experiencias situadas a partir de marcas culturales. El nomadismo, el exilio y el desarraigo –como en El eco de las sombras- están presentes y se hace carne en Luna de papel. Cada lugar es también unos olores, unos paisajes, ciertos nombres y ciertas personas. Cada lugar es la muerte, la alegría o la soledad. Son las abuelas, la madre, un amante o un amor abandonado. La llorona, Frank Romero, Ernst Ludwig Kirchner, Venice Beach o el río Isar.