Ediciones La Yunta

sábado, 20 de julio de 2013

Leyendo con el autor: Daniel Riquelme

Entrevista a Daniel Riquelme por Rita Michalowski en Leyendo con el autor.

http://www.youtube.com/watch?v=M0KG9bbEudA

Publicado por Ediciones La Yunta No hay comentarios:
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
Entradas más recientes Entradas antiguas Inicio
Suscribirse a: Entradas (Atom)

Podés seguirnos en Facebook

Ahora, también podés seguirnos en Facebook.
https://www.facebook.com/ediciones.layunta


Primer aniversario

Primer aniversario

Presentación Hospitales, Tránsitos I, Cabeza de Niño y Unos Domingos.

Presentación Hospitales, Tránsitos I, Cabeza de Niño y Unos Domingos.

ediciones la yunta

Mi foto
Ediciones La Yunta
Argentina
La yunta. Es decir una unión, una unión entre amigos de una misma especie y sin embargo, diversos en sus estilos artísticos e historias personales. Ediciones la yunta es una editorial que se abre para dar lugar a voces diversas que comparten un camino, una política del poema, una historia. Se presenta como un gran coro donde cada voz encuentre su lugar en su estilo. Es una realidad y, a su vez, un proyecto que apunta a incluir cada voz, una por una, en su cadencia singular. Ediciones la yunta con cierto sabor a cooperativa, solventada en partes exactamente iguales por cuatro amigos, todos ellos compañeros de lecturas recíprocas y de un gran respeto mutuo por cada una de sus individualidades. Poesía, narrativa, ensayos. Editamos libros con la satisfacción de haber encontrado una posible comunión, abierta a la incorporación de otros amigos, poetas, narradores, ensayistas. Una editorial nueva, en el panorama de la actividad creciente de tantas pequeñas-grandes editoriales argentinas.
Ver todo mi perfil

Archivo del blog

  • ►  2017 (1)
    • ►  julio (1)
  • ►  2016 (5)
    • ►  agosto (1)
    • ►  abril (1)
    • ►  marzo (2)
    • ►  febrero (1)
  • ►  2015 (5)
    • ►  septiembre (5)
  • ►  2014 (1)
    • ►  octubre (1)
  • ▼  2013 (4)
    • ►  septiembre (1)
    • ▼  julio (1)
      • Leyendo con el autor: Daniel Riquelme
    • ►  febrero (2)

AUTORES/AS

Andrés Allegroni

Licenciado en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Ha publicado La construcción del imaginario nacional (Longseller, 2003); Crónica de sombras. Sobre escritos inéditos de Jacobo Fijman (Letranómada, 2011).

Roberto Raschella

Buenos Aires (1930). Fue maestro, crítico y guionista de cine. Es traductor (del italiano), poeta y novelista.

Daniel Riquelme

San Vicente (1961). Publicó los libros de poemas: Los pastitos (Zama, 2004), El cruce (Paradiso, 2007) e Intimidad de la siesta (Cada tanto, 2010).

Milton Rodríguez

Buenos Aires (1949). Publicó poemas en la revista La Ballena blanca.

Valeria Sardi

Doctora en Letras (UNLP). Es autora de los ensayos El desconcierto de la interpretación (UNL, 2010), Políticas y prácticas de la lectura (2011, Miño & Dávila), entre otros.

Salvador Biedma

Buenos Aires (1979). Trabaja como periodista y editor.

Augusto Munaro

Publicó los libros Ensoñaciones, Compendio de Enrique de Souza, Cul de sac.

Ramón Bell

Publicó La mujer ciega (novela, 1986), Malezas (1982).

Juan B. Cejas

Nació en Provincia de Buenos Aires (1959). Su primer novela El presente ganó el Premio Fondo Nacional de las Artes.

Alejandro Cesario

Nació en Colegiales (1967). Esas miradas tristes (novela, 2006), El humo de la chimenea (poemas, 2009), Fragor de borrascas (poermas, 2011), Estación de chapas (poemas, 2013).

Juan Manuel Ripoll

Agustina Ortiz

Nación en Uruapan, Michoacán México. Vivió en EEUU y actualmente vive en Munich, Alemania. Publicó El eco de las sombras (2012).

Lecturas críticas por Laura Estrín

Cabeza de niño de Daniel Riquelme

Dice Riquelme que es de Avellaneda, así firma el libro además, pero es de tierra adentro: Uno es de los tonos, alturas, modos y registros con que escribe. Él es un poco gaucho en las costuras, como su libro anterior. Un baqueano pescador. Los hay de minerales vidas, los de vidas de libros y los merodeadores de pantanos. Riquelme anda por ahí, llevando su vida a cuestas por ahí, llevando a sus "niños dedicados ahí". Yo leo todo igual, desde su dedicatoria.

Su tonada campera va de los nombres con que principia el canto:
"Echeandia y Murguiondo". Los nombres dan lugar a diminutivos, y de ahí a los sustantivos de los barrios "sin vereda de enfrente": zanjón, perros que olisquean y persiguen. Voces y familia, voces de familia (?), se escribe para tener una alguna vez...

Palabras de zona, futbol, el país, internados, chuscos, piedras, "casa con antena": el pobrerío o la pobreza, para no poetizar la poesía.
El libro. Tiene frases y comienzos sin mayúsculas. Cursivas para las voces de los otros. Es una historia de infancia, ¿de infancias? No se.
Tiene muertes, ausencias, flojeras, muchos chicos hechos al descuido.
Sobrenombres.

Avanzo en la descripción, no hay por qué hacer otra cosa, no hay que hacer otra cosa más que suprema subjetividad seria. Propia y no apropiada. Perdón por el juego.

En el libro hay cazadores, carne. También con algo de ´veda de carne´ termina. Seguro que él se entiende, yo sólo atisbo una historia por el modo. Por las palabras y sus tipos.

Desde antes quiero decir que huelo Zelarayán cerca, cuando llego a "fresca" no lo puedo detener. Dos veces ya leo "salinas".

El barrio se me acerca, es ya "Bajo Flores".

El libro de poemas cuenta una historia más o menos clara pero lleva adelante bien el hilo de las palabras que la detentan, quiero decir: hay historia de palabras que son relatos. La poesía narra acá. Se pone a
contar sin interrupción de versos. Y hay historia "mas allá": cinta punzó y el restaurador de las leyes.

También, por qué no, pienso en Damian Ríos, pero... Acá hay otras interrupciones. No se trata de la provincia, allá Entre Ríos, acá, Bs.As.

No se trata del pobrerío y los hospitales, allá y acá; allá la historia, el narrar es más seco, más corto, acortado, lacónico, acá hay mas literatura leída-traída. Entiéndase. Allá hay muerte terrible y acá más degüello y recuerdo pringoso, allá es triste obsesión, creo. Acá firmamento. Altura elegida. En ambos, tampoco no se trata del sentido (o si) sino de lo que ata, pero el trato es distinto. La forma, digo. En ambos hay padre fantasma y crecidas, se trata del río, lo que cambia para la rusa Tsvietáieva, porque el mar -para ella- es lo que se repite...
Pero me parece en estos campos de letras argentinos es al revés: Ata el río.
Riquelme pone algunos dos puntos al comienzo de los versos, me gusta.
Qué bueno es haber vivido, para la literatura, se sabe más. Haber vivido
para la vida: es la muerte. Distinto barro.

Las literaturas y los años dan palabras: socavón, la "pieza" que es el lugar que se habita allá.

Creo que el personaje va rebotando en la historia que cuenta: Cabeza de niño, Niño Tronco. Y un juez aparece y desaparece.


Sobre Hospitales de Andrés Allegroni

Donde “el sol rearma los espacios” una literatura real, durísima, sin ficción alguna, eso que sirve a los que duermen y se entretienen -como dice Sánchez- aparece. Hospitales son historias sentidas, trágicas, terribles, como la misma locura. Pero la forma lírica de Allegroni, traída de ciertos lugares lectores, nos llega con sus maneras justas que no abundan. Allegroni supo encontrar cómo poner a los locos que conoció en sus frases. Un ejemplo es el trabajo múltiple que hace con la cita genial de Ungaretti modificada por un interno y luego comentada en dos traducciones distintas más. En ese doble desplazamiento estuvo su tino, su precisión de ver y escuchar. Entonces los locos fuman, pero en este libro dicen: “No sea cosa que el tiempo no funcione más y yo me quede sin el humo; porque sabe señor, el humo le sirve a uno como compañía”. Allegroni es testigo. Algo muy difícil. Algo muy preciso. Algo medido. Una forma que no es prosa lírica ni es verso extendido se viene en esta obra.

“Yo, testigo de las voces,

Recuerdo que pensé que la locura era cientos de miradas que transitan entre sombras;huesos que caminan en silencio; y una cierta constancia en el dolor”.

Allegroni escribe perfecto la locura en el tiempo: “Parece que todos estuvieran apurados por la mañana, en cambio por la tardecita, cuando baja el sol, es al revés, parece que la locura anduviera descansada”. Los locos parecen saber que las mañanas se arman y las tardes se viven y… Así me gustan los libros: reales, terribles, duros, pura vigilia. Libros desesperados donde las voces capturadas son ese saber que va más allá: “¿Vio señor lo persistentes que son los objetos?”. Los objetos, lo que no traiciona a esos seres traicionados. Una loca dice: “-No me dediqué a mi propia vida. Todo era fracturado…” Pienso ahora que la locura debe ser una vida fracturada, dividida, pero en este libro se agolpa toda-junta. Porque la locura de los hombres es casi relato, la de las mujeres, poesía, porque parece más hermética, por estar más expuesta. Alguien puede decirme que la locura de los hombres, es más extrema, quizá porque una mujer es más fuerte, es más constante, entonces su visión es terrible, no estamos acostumbrados a una mujer rota, perdida, desnuda, Auschwitz –dice Allegroni-, o Dachau o Buchenwald.

La locura busca, así, con un verbo intransitivo, como lo dijo Barthes para la literatura... Lo dice un poema sobre Tejera en este libro. Y me acordaba bien, Allegroni trató con la locura de hombres y se vio muy afectado por la de las mujeres. En ellas hasta el tiempo es inútil, sus cuerpos también están ausentes, como dice en la primera frase de la segunda parte del libro, pero los restos que dejan ya no son las manchas de los pantalones de los hombres.

Allegroni va tocando lugares fuertes en sus obras: la madre en un genial texto inédito se verá en Erminda. Aunque Allegroni ya había ensayado esta zona de la inaudita locura capturada en un libro y un autor completo, en Jacobo Fijman y Crónica de Sombras. Un libro que duda perfectamente entre la biografía, la autobiografía de otro y la imposible novela de la locura religiosa de Jacobo Fijman. Entonces, este fantasma benigno, Fijman que recorrió los mismos pasillos que los habitantes perdidos de Hospitales en una época anterior, aquí arrastra a poetas casi desconocidos que también andan ese mismo cielo de locura.

Locura como extremo pero también, como anota en este nuevo libro, “La locura entonces como una especie de coraza protectora contra las enfermedades del cuerpo”. Y porque es de los que sabe que hay que tener “Cerca, el dispositivo y las miradas ansiosas de aquellos que necesitamos del otro para entender que nuestra realidad se parece a un refugio devastado. Vamos, eso sí, a observar nuestra tranquilidad y el delirio ajeno”. La locura y el otro como una red, un amparo. Como la literatura.

Quizá los locos son “Padeceres del oído por no escuchar en plenitud el relato del dolor ajeno”. Una vez me contaron que para poder escuchar ciertos relatos extremos había que educarse, había que entrenar el oído, nadie quiere oír, nadie quiere saber, eso vemos a veces sin todavía enloquecer.

En literatura y en locura parece que se trata del tiempo: Será porque los enfermos pierden la piel (como Fermín Bustos) y al perder cuerpo son ¿sólo ocasión de tiempos? Como Luis Tejera que en el hospital se vuelve un "cuerpo envarado, como perdido en una historia incomprensible". Los locos han perdido el cuerpo y "No hay nada que sustituya los cuerpos" por eso comparten el tiempo, como Valenzuela con Tejera... pero teme que "el tiempo no funcione mas"...

En el Borda de Hospitales se trata del tiempo, del tiempo del deseo de esos hombres y de esas mujeres solos también, de "una hora indefinida y un sol extraño", fiel compromiso romántico del siempre tiempo-que-hace y el mal... Como la hermosa frase:" Es una mañana de julio con todo el frío del campo". Pero como escribió Rienzi, "el tiempo no tiene adonde ir", como el lugar no tiene adonde ir para Mekas. Por eso se queda acá, en el relato, y hace literatura buena, como cuando escribe: "... Por la mañana cuando el hospital es otra cosa/ Parece que todos estuvieran apurados por la mañana, / en cambio por la tardecita, / cuando baja el sol, es al revés, /Parece que la locura anduviera descansada".


En Hospitales de Allegroni los locos son los guardianes (Meneghini se tapa la boca cuidando, piadoso, al interlocutor) y dan voz al testigo. Efraín habla su relato como una obligación y Allegroni dice: "Yo, testigo de las voces". En Hospitales, algunos se van, algunos se curan, pero con curas de muerte, son desapariciones. Porque volver a la razón es siempre perder.

Y claro que son retratos de soledad, de dolor, de la experiencia de haber andado ahí. La experiencia de Allegroni y la de los internos como Alfredo. Hospitales son fotos que vuelven para quedar atrapadas por este singular relato-poesía.


Unos domingos de Milton Rodríguez

Los poemas chiquitos de Milton Rodríguez son geniales, exquisitos, breves, tristes -gran clasificación-, contundentes o duros, quiero decir también, silenciosos. Dicen algo y se cierran. Lo que hay que hacer en poesía. Son crónicas de un alma. Pintura. De pintores breves se trata acá. Ni una palabra demás, ni un ruido. Por eso no puedo citarlos, habría que copiarlos todos de nuevo.

Trae voces, recuerda, se ve, se siente.

Trae pocos hombres, él mismo, alguien visto. Una mujer que "podría haber sido otra cosa" pero no lo fue. Por eso quedo atrapada en la melancolía del tiempo de Milton, del que él retrata y trae.

Palabras con congoja propia. Monosílabos, dice.

Un grito de toda una vida silenciado por la cautela es el poemario. La historia así o de ese modo se entiende. Tentativa de actor. Se puede releer, voy y vuelvo por ellos, porque usa palabras buenas: un "recordador".

Unos domingos es el sol de otoño en que lo leo: con viento benigno, no fuerte.

Primer libro de un poeta que lo fue siempre. Un solitario que fue mirando, anotando y sintetizando en tres palabras tristes el mundo cercano. El pasado está pero sin montaña. Las palabras que reúne son permiso motor para mis palabras, me hace escribir buena.

Melodía, tal vez tango, seguro canción. Vidala, baguala, coplita: a lo mejor se a quien escuchamos. Milton sabe lo que hace: "La música, vendría a ser, la otra parte del tiempo" -se dice a sí mismo, me parece, al final.

Hermosas páginas blancas con palabras poquitas manchando con buen modo.Y la muerte, la vejez, el tiempo que pasa, claro, por supuesto, ¡a qué otra cosa atender! ¡De qué otra cosa hablar y escribir! Milton acometido por lo vivaz de la melancolía: la muerte que nunca está lejos si se siente, escribe y se es sincero con uno mismo.

Algunas palabras son distintas a las palabras que lleva tranquilo, son más "lerdas", pero si bien apocadas todas, algunas se van de la casa de sus palabras ("La casa de las penas") a un lunfa cercano y personal. Son chicharras de otoño, más lentas, sin demasiado atrevimiento, ni calor, ni canto de ruptura. A Milton se le escapa un solo "Spleen"... Porque siempre, para nosotros es un "minga de la vida".

Poesía que caminó. Hay calles en ellas, signos claros, pero lo que mas arma, tranquilo, es un pedazo de ciudad. Bien clara. Dolorosa. Solitaria.

Con lindos claros entre el cortito fraseo, como en "Camino de Cintura y Crovara". Milton seguro se sentó en una esquina, en un café y vio bien. Milton parece un caminador husmeador que sin compañía molesta ojea y anota. Y que se fue solo a su casa a traicionarse en mucha soledad porque no tuvo iguales, o fueron pocos sus laderos.

Milton registra la miseria urbana, anduvo atento. "Como un loco/y un suicida" pero contuvo la locura y la muerte para seguir bajito silbando sus palabras cuidadas.

Se que hago un retrato. Pero sus palabras, sus versos chicos lo hacen perfecto antes que yo. Como aquella "chancleta" que Savino contó, Milton se anota el poroto un poco feo de "costadeando". Pero cuando las palabras son propias, digo, ningún disfraz, hay que meter violín en bolsa. Milton no tiene ninguna máscara o "pretensión", como su verso dice. Él se eligió ya. Ahora su libro. Ahí "Oran las ramas", ni rezan ni cantan. Milton a veces tiene sus 'arribas'.

Milton se escribió solo, esta claro. Se "ganó memoria". Se hizo su propio tranco. Y yo, seguro, me mimetizo con él porque escribe como me gusta que se escriba poesía.

Sin permiso pone "Nota" y ese final en prosa, "Los últimos días": “en otro voy a usar la parola que siempre me criticaron" "si no se sabe expresar es porque no lo siente del todo". Son frases del libro que hablan también del libro. Sé como las llaman. La buena poesía lo dice así mejor.

Del final: "Pero si le cuento mas, van a pensar que estoy guitarreando. No siento mas que lástima por la vida".

Unos domingos, hermosísimo nombre, qué buena manía, leído un domingo de principios de mayo.

Tema Picture Window. Imágenes del tema: luoman. Con la tecnología de Blogger.